La lluvia me está calando de arriba a abajo. Estoy completamente mojada y todavía no he encontrado dónde resguardarme porque los balcones de los edificios no son lo suficientemente grandes. Menos mal que llevo el pañuelo puesto y... en fin, no hace nada porque no es impermeable precisamente. Parezco tonta, pero como he visto a otra chica hacerlo, me siento algo mejor. Tal vez podría aligerar el paso, pero con la que está cayendo es probable que me caiga. Si mi madre me viera seguro que diría algo como '¿para eso te regalo unas botas de agua?' Pero tengo excusa: no sabía que fuera a llover y mucho menos que arreciara de esta manera.
Sigo estando mojada. Las gotas han traspasado mi ropa y la sensación es tan incómoda como frustrante. La lluvia me ha calado del todo, ha llegado hasta mi piel y el frío está rozando mis huesos. Lo sé porque ya se me han congelado la punta de los dedos. Intento calentarlos echando el aliento y empiezo a notar un ligero dolor de garganta. Es lo que pasa cuando llueve, es lo que ocurre cuando te mojas así. Las sensaciones se transforman y se aprecian de manera diferente. Y si encima te cala de verdad, terminas pasándolo mal. Llega hasta el fondo de alguna parte de ti y no tienes escapatoria porque ya está, te ha atravesado. Con suerte pasas una mala noche tosiendo y con dolor de cabeza. Con suerte. Si lo hubiera sabido, me habría puesto las botas, los guantes y hasta ese abrigo impermeable tan feo. Pero es que no lo sabía.
Me da rabia quedarme aquí sin hacer nada. Soy una chica inquieta y no solo es tarde, sino que encima no paro de imaginarme en casa con el pijama y el calor del brasero. Tan agusto... tan bien... Se acabó. Si la lluvia no se va a detener, yo tampoco. Camino decidida y vuelvo a calarme. No es peor que antes porque haya estado un rato resguardada, es exactamente igual de desagradable. Pero ¿sabes qué? me he hartado de temer a esas diminutas gotas que arrasan con todo a su paso. Me he hartado de quedarme quieta para evitar la frigidez de mis músculos. Si ya estoy calada de arriba a abajo qué más da. Qué importa si sé perfectamente que lo único que necesito para cambiar la situación es moverme, a pesar de la lluvia y a pesar de todo.
Me da rabia quedarme aquí sin hacer nada. Soy una chica inquieta y no solo es tarde, sino que encima no paro de imaginarme en casa con el pijama y el calor del brasero. Tan agusto... tan bien... Se acabó. Si la lluvia no se va a detener, yo tampoco. Camino decidida y vuelvo a calarme. No es peor que antes porque haya estado un rato resguardada, es exactamente igual de desagradable. Pero ¿sabes qué? me he hartado de temer a esas diminutas gotas que arrasan con todo a su paso. Me he hartado de quedarme quieta para evitar la frigidez de mis músculos. Si ya estoy calada de arriba a abajo qué más da. Qué importa si sé perfectamente que lo único que necesito para cambiar la situación es moverme, a pesar de la lluvia y a pesar de todo.
* * *
La historia no es que narre algo con mucha miga
pero si tiene un par de cositas escondidas, como en el roscón!
En fins, gracias por llegar hasta aquí :)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario :)