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sábado, 5 de agosto de 2017

DesEncuentro

No tenía ni idea de donde me encontraba; a mi alrededor solo había árboles, setas y varias plantas que jamás había visto antes. Conforme avanzaba se iba abriendo el camino dejando ver un haz de luz que era cada vez más cegador. Justo antes de llegar al final de ese tramo examiné el lugar: debía de ser un pantano o tal vez un lago, en cualquier caso, cuando estaba observando su inmensidad, no pude evitar fijarme en una estatua derruida y atrapada entre numerosas enredaderas que le daban un aspecto más creíble, ya que el gesto de ésta parecía representar esa misma sensación. Estaba medio arrodillada, con una mano en el suelo y la otra en la cara. Estudié con curiosidad cada milímetro de la escultura, entonces me invadió un hormigueo por todo el cuerpo cuando me fijé en el ojo que quedaba a la vista. Era tan real y me resultaba tan familiar...

Escuché el ruido de unas hojas secas siendo pisadas y me giré bruscamente apartándome de la estatua. Mis ojos se abrieron de par en par. Había una figura de presencia fuerte pero a la vez serena al otro lado del lago. Me acerqué hasta la orilla para comprobar que mis ojos no mentían: ''¿¡Leo? ¿¡Eres tú!?'' grité. De repente, una luz blanca aún más cegadora inundó toda la zona e instintivamente apreté mis ojos con fuerza mientras los tapaba con el brazo. Noté que algo me sujetaba suavemente del otro brazo pero no me aparté, de hecho no estaba nada asustada, al contrario. Abrí los ojos y efectivamente, era él. Me miraba sonriente, pero en sus ojos se plasmaba una melancolía que hizo que se me escaparan algunas lágrimas. Me acarició la cara acercándola cada vez más a la suya hasta juntar nuestros labios en un beso que nunca antes había sentido así. Nos separamos y una vez más me miró; algo recorrió todo mi cuerpo hasta alojarse en el estómago unos segundos tras los cuales salió en forma de llanto incontrolable. Me abrazó y yo me agarré a él con angustia.

Con el corazón en un puño y algunas lágrimas deslizándose por la superficie de mi cara, me enderecé sofocada.  Mientras me secaba las mejillas, comprobé que todo estaba oscuro. Encendí la luz de la mesita de noche y me quedé mirando una foto que tenía junto a él. Un rato después, la cogí y me recosté encogida con ella en el pecho.

"Aún no me lo creo", se dijo apretando los ojos con el ceño fruncido.

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