Cuando el cansancio le pudo, se escondió detrás de un árbol ligeramente más grande de lo normal y esperó. No, no se escuchaba nada. Por fin estaba a salvo. "Pues parece un bosque normal y corriente" se dijo una vez reparó en su alrededor. Avanzó sin rumbo con ganas de perderse, sin embargo cuanto más recorría, más claro tenía que no era tan normal y corriente como le había parecido. Abundaban los colores vivos, era como si nunca se hiciera tarde. No había visto ningún animal aún, pero si había oído algún que otro ruido que no le era familiar. Por otro lado, la sensación que la envolvía era contradictoria: se sentía a gusto y tranquila, pero a la vez se sentía expuesta, como si estuviera en peligro. En cualquier caso, andar a través del bosque era su única salida, así que obvió las malas vibraciones y continuó su camino.
Llevaba un rato andando cuando percibió un rastro olfativo en el ambiente al que no se podía resistir. Lo siguió presa de una especie de hipnosis y, finalmente, se encontró con la causante de aquel olor: una hermosa y gigantesca flor de colores fríos pero brillantes. Tenía el tallo tan grueso como el tronco de un árbol y sus pétalos, a pesar de la enormidad, parecían tan frágiles como los de cualquier flor. Se quedó observándola con admiración mientras se acercaba absorta, como si no se diera cuenta. La planta se movió hacia ella, como se mueven los girasoles siguiendo al sol y ella acarició el borde de uno de sus pétalos. Jamás se había sentido tan bien, era como si ese simple roce la llevará a lo que en su mente llamaba paraíso. Era adictivo. Tanto que sintió la necesidad de subirse sobre ella. Avanzó hasta el epicentro del aroma y se recostó con sumo cuidado. El placer que sintió entonces es indescriptible, similar al que deben sentir los bebés cuando los sostienen su madres, con esa sensación de tranquilidad, con esa sensación de protección... Inefable. Pasó un buen rato, tal vez unas horas, hasta que fue encontrada allí, tirada sobre la flor, debilitada y envenenada por la felicidad infundada que le causaba. "¿Será demasiado tarde?" preguntó una mujer cuyos rasgos se asemejaban a los de Opal. No, no era demasiado tarde. Por suerte, ella era más fuerte que eso. Pero sí solo hubieran tardado un día más en encontrarla, tal vez hubiera empezado a consumirse.
* * *
Una simple historia
que esconde, para variar,
una "moraleja".
¿Sabes cuál ?
Gracias por llegar hasta aquí :)
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